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Matrimonios que viven con el temor de Dios.

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Muchos problemas que viven hoy los hogares de esta generación tienen como origen la falta del temor a Dios y su obediencia, complaciendo primeramente los deseos carnales y dejando a Dios en segundo término, o muchas veces, fuera de los planes del hogar.

 

«Por esto dejará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer, y los dos serán una sola carne». – Efesios 5:31

Cuando el matrimonio no es sometido a la voluntad de Dios, de manera voluntaria, viene el enemigo de Dios y somete al matrimonio sin considerar la voluntad de uno de los dos, o incluso de los dos.

 

«Dios quiere que el hogar sea el lugar más feliz de la tierra, el símbolo mismo del hogar celestial. Mientras llevan las responsabilidades matrimoniales en el hogar y vinculan sus intereses con Jesucristo, apoyándose en su brazo y en la seguridad de sus promesas, ambos esposos pueden compartir en esta unión una felicidad que los ángeles de Dios elogian».—El hogar adventista, 87 (1894).

 

Dios bendiga a cada hogar, busquemos su presencia y compañía cada mañana y pongamos en sus manos el matrimonio y los hijos.


 

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El jardín de tu mente

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La mente es un jardín, y nuestros pensamientos son las semillas que sembramos en él. Si plantamos semillas de amor, compasión y autoaceptación, crecerá una hermosa flor de paz y serenidad. Pero si sembramos semillas de autocrítica, miedo y duda, crecerá una maleza de ansiedad y tristeza.

Cuida tu jardín mental con gentileza y compasión. Riega tus pensamientos con positividad y esperanza. Y recuerda que, al igual que un jardín necesita sol y lluvia, tú necesitas autocuidado y amor propio para florecer.

No te rindas si encuentras malezas en tu camino. Con suavidad y paciencia, arráncalas y vuelve a sembrar semillas de amor y luz. Tu mente es un jardín precioso, y merece ser cultivado con amor y cuidado.


«Cuida tu mente más que nada en el mundo, porque ella es fuente de vida».

Proverbios 4:23 DHH

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Cuéntale a Dios tus problemas, solo el puede darte la mejor solución.

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Vendrán orando y llorando. Yo los llevaré a corrientes de agua, por un camino llano, donde no tropiecen. Pues soy el padre de Israel… —Jeremías 31:9 (DHH)

En una charla sobre cómo superar los problemas. El orador comenzó contando un chiste muy gracioso. Por supuesto, todos los presentes rieron a carcajadas.

Después de unos segundos de pausa, el orador volvió a contar el mismo chiste, exactamente de la misma manera que la vez anterior. Algunos espectadores volvieron a reír, pero la mayoría solo sonrió levemente.

Luego, volvió a repetir el chiste por tercera ocasión. Esta vez no se escuchó ninguna risa.

Después de una pausa silenciosa e incómoda, el orador le dice a los presentes:

—Nadie puede reír de la misma broma una y otra vez. Entonces, ¿por qué lloramos una y otra vez por el mismo problema?

Cuando el pecado entró en el mundo se desencadenaron un sinfín de problemas como consecuencia, y desde entonces, el hombre ha derramado lágrimas en cada ocasión que ha sido necesario.

Estando en un funeral observaba a los familiares y amigos del fallecido y algo interesante que notaba es que, quienes confían en las promesas de Dios encuentran el consuelo en ellas y se les mira más tranquilos, sabiendo que Dios tiene el control de todo y que hay un propósito detrás de todo, no digo que no lloren por la tristeza, pero, en funerales donde están personas que no hacen suyas estas promesas en dolor y el llanto es más doloroso.

Antes las dificultades y adversidades en la vida, no te desesperes, aprende a confiar en Dios como quien confía en un buen amigo. Aunque no lo veamos, Dios siempre está a nuestro lado. El salmista dice:

“Cercano está el SEÑOR a los quebrantados de corazón, y salva a los abatidos de espíritu”. – Salmo 34:18

Que si se preocupa Dios por tus problemas, por supuesto que sí, el apóstol Pedro dice:

“Echando toda vuestra ansiedad sobre él, porque él tiene cuidado de vosotros”. 1 Pedro 5:7.

El sufrimiento no será para siempre, Dios nos ha prometido un cielo nuevo y una tierra nueva, donde no habrá más llanto ni dolor, porque todas las cosas viejas habrán pasado. Te recomiendo que leas Apocalipsis capítulo 21.

Dios te bendiga y que a partir de hoy sea tu compañero en todo momento, que encomiendes a Él todos tus caminos y nunca más sentirás que estas sola o solo.

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