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ESTILO DE VIDA

¿De qué depende nuestra alegría?

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¿De qué depende nuestra alegría? El versículo de hoy dice: “Estén SIEMPRE alegres”. Siempre es una expresión de continuidad, que no hay interrupción, de lo contrario la frase diría: “Estén OCASIONALMENTE alegres”, ¿Notas la diferencia?

«Estén siempre alegres, oren sin cesar, den gracias a Dios en toda situación, porque esta es su voluntad para ustedes en Cristo Jesús. – 1 Tesalonicenses 5:16-18

Pero… hoy mas que nunca, con todo lo que vivimos a nuestro alrededor, pareciera que no hay momentos para estar felices; nuestra mente vive tan ocupada en los quehaceres diarios que no hay tiempo para estar SIEMPRE alegres.

La recomendación y la clave para estar SIEMPRE alegre es la oración en todo momento y circunstancia, darle gracias a Dios por todo lo que nos da y por aquello que NO nos da, porque esta es la voluntad de Dios para nosotros.

Estar SIEMPRE alegres es: “Hacer SIEMPRE la voluntad de Dios”, porque es perfecta, nuestra voluntad está llena de egoísmo y complacencia propia, por eso es que no somos alegres, por eso es que no siempre hay una sonrisa en nuestros labios, por eso es que no ven en nosotros esa alegría ni tampoco la transmitimos.

Dejemos que Dios tome nuestra vida cada día, que more en nosotros y nos llene de su alegría y podamos ser bendición para otros, que no falte la oración y la gratitud cada mañana, tarde y noche.

Dios te bendiga.


 

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ESTILO DE VIDA

No reprimas ni descargues tu enojo: comunícalo.

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No reprimas ni descargues tu enojo: comunícalo.
«Airaos, pero no pequéis; no se ponga el sol sobre vuestro enojo». Efesios 4:26.

Nuestro texto de reflexión para hoy no es una invitación a ser enojadizos sino una aceptación de que existe el fenómeno de la ira, aun en un cristiano, y que es legítimo estar enojados cuando ciertas situaciones lo ameritan.

Es decir, puedes y es legítimo que des a conocer lo que te hace sentir mal y te enoja, pero no debes permitir que eso te lleve a cometer malas acciones contra quienes te rodean, ni a albergar resentimientos. Debes poder, si quieres ser feliz, afirmar tu relación con la persona que causó tu enojo “antes de que se ponga el sol”. Por el contrario, cuando reprimes tu enojo, se empieza a gestar en tu interior el resentimiento, el rencor.

Por eso, en las relaciones humanas, y especialmente en las familiares y, dentro de ellas, particularmente las de pareja, es importantísimo no “guardarse” las cosas; es vital la comunicación, no solo de lo que pensamos sino especialmente de lo que sentimos. Es muy importante que expresemos lo que nos disgusta de los actos o las actitudes de quienes se relacionan con nosotros, en un clima de respeto, sin agresión, pero con claridad, porque de lo contrario nuestro “depósito” de enojo irá creciendo cada vez más hasta que ya no podremos controlar nuestras reacciones, y terminaremos estallando de una manera destructiva.

No obstante, es importante que centremos nuestro foco no en la persona sino en el problema, en aquello de su conducta que nos hace daño o nos disgusta, en vez de lanzarle acusaciones descalificatorias.

Por otra parte, es bueno que revises por qué algunas cosas te provocan ira. ¿Es siempre por motivos justos, por injusticias u ofensas reales y graves? ¿O es que tienes un amor propio demasiado grande y sientes como amenaza cualquier observación que se haga a tu conducta o a tu persona? ¿O es que eres demasiado perfeccionista contigo mismo y con los demás, y por lo tanto eres demasiado exigente con ellos y no puedes tolerar ninguna falla en su conducta? Debes aprender a ser tolerante con los errores ajenos. “Vive y deja vivir”.


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ESTILO DE VIDA

Reconcíliate con tu prójimo y después lleva tu ofrenda al altar.

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“Por eso, si llevas al altar del templo una ofrenda para Dios, y allí te acuerdas de que alguien está enojado contigo, deja la ofrenda delante del altar, ve de inmediato a reconciliarte con esa persona, y después de eso regresa a presentar tu ofrenda a Dios”. – Mateo 5: 23-24 TLA

Una de las cualidades que, como seres humanos tenemos, es nuestro carácter, ese conjunto de rasgos que nos hace diferente a los demás, y que en gran medida lo heredamos de nuestros padres o algún familiar por medio de los genes.

En nuestro carácter llevamos el orgullo, la soberbia, la ira, la vanidad, etc. Cualidades negativas, y también llevamos la humildad, templanza, bondad, misericordia, etc., cualidades positivas, muchas veces predominan unas más que otras. El ideal sería mostrar siempre cualidades positivas.

La postura que como seres humanos adoptamos es, quien ofendió, es quien debe arreglar las cosas. Para Dios, este asunto no funciona de esta manera. De acuerdo a la cita de hoy, si una persona llega al altar, llevando su ofrenda, pero sabe que alguien le ofendió en algo, debe dejar su ofrenda de un lado para ir a reconciliarse con esa persona, esto es humildad.

Es difícil doblegar el orgullo para ir a reconciliarse con el ofensor, se requiere mucha humildad para dar este paso, que, para muchos resulta difícil, incluso algunos cristianos.

“Pero los que por cualquier supuesta provocación se sienten libres para ceder a la ira o al resentimiento, están abriendo el corazón a Satanás. La amargura y animosidad deben ser desterradas del alma si queremos estar en armonía con el cielo”.El Deseado de Todas las Gentes, 277 (1898).

Quitemos de nuestro ser todo aquello que nos impida crecer espiritualmente, aquello que no honra a Dios.  El apóstol Pedro menciona que debemos humillarnos bajo la poderosa mano de Dios (1 Pedro 5:6), que seamos compasivos unos con otros, ser amigables, que todos seamos de un mismo sentir (1 Pedro 3: 8).

Querido amigo, querida amiga, sabemos de antemano que resulta difícil dar el primer paso cuando sabemos que somos los ofendidos, ya sea que, nuestro ofensor sea un vecino, un compañero de trabajo, un amigo, o incluso, un hermano de la iglesia, al buscar la reconciliación en la ofensa, damos testimonio de quién somos realmente y el ejemplo que seguimos (Juan 13: 15-17), que estamos obedeciendo al mandado divino para poder acercarnos al altar y que nuestra ofrenda sea aceptada.

Con todo esto, nos ponemos a cuentas con Dios, primeramente, con nuestra conciencia y con nuestro prójimo, cuenta que se nos pedirá, (Romanos 14: 12).

El Señor te bendiga.


 

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