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Hablemos poco, escuchemos más; en esto hay sabiduría.

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¿Conoces a personas que hablan demasiado? Conozco personas que hablan y hablan y hablan y no tienen cuando terminar. Hablar no es malo, lo malo es cuando no pensamos ni medimos lo que decimos, y lo que es peor, hablar sin fundamentos.

«En las muchas palabras no falta pecado; mas el que refrena sus labios es prudente». – Proverbios 10: 19

Podemos hablar mucho y transmitir poca información, o hablar poco y ser concretos, pero, cuando no sepamos qué hablar, es mejor quedarse callados. Alguien dijo en una ocasión: por eso Dios nos dejó dos orejas y una boca, escuchar más, hablar menos.

La cita de hoy nos dice que, hablar DEMASIADO, nos CONDUCE al pecado, lea bien, NO dice que es pecado, pero si nos puede conducir a él. Y es que, entre tanta habladuría podemos ofender, crear falsos testimonios, mentir, hablar cosas mundanales y hasta profanas.

El apóstol Pablo nos recomienda en Efesios 4:29 que, de nuestra boca NO deben salir palabras corrompidas, sino solo aquellas que sean buenas para la edificación de quien las escucha.

Leamos la biblia cada día, en ella hay sabiduría, en ella encontramos palabras y mensajes que son buenos para la edificación de otras personas. Santiago 1:5 dice que si alguien está falto de sabiduría que la pidamos a Dios y Él nos la dará.

Recuerde que, de toda palabra ociosa daremos cuenta en el juicio, Mateo 12:36.

Convirtámonos en personas que hablen con sabiduría, personas que todos quieran escuchar, personas que después de nuestra conversación se retiren fortalecidas y llenas de ánimo, deseando el momento de volver a escucharnos. Hablemos para edificar.


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